"Pero si me acaban de poner el 7 en el trabajo". Seguramente esa será la primera sensación al descubrir que Microsoft prepara lanzar nuevo sistema operativo la segunda parte de este año. ¿Hacía falta un cambio tan rápido? Puede decirse que cuando se lanzó Windows 7 la humanidad no había desarrollado un amor tan encendido por tocar las pantallas.
Windows 8 es un sistema operativo híbrido, casi anfibio. Se maneja por igual en dos entornos: los ordenadores y las tabletas. Encajará como un traje a medida en los ultrabooks que están por venir, los de pantalla táctil. Durante la feria CES están empezando a mostrar cómo será. Lo hacen con alguna restricción; mejor si no se toman fotos o graban vídeos y pidiendo opinión a cada pocos segundos.
A finales de febrero se abrirán las puertas para los curiosos. El gigante de Redmond permitirá descargar una versión preliminar gratuita. Quien quiera podrá instalarla. A diferencia de otras ocasiones en que las exigencias de hardware parecían ser un guiño a la industria y una puñalada al consumidor, en esta ocasión se han asegurado de que todos los ordenadores que usan Windows 7 puedan ponerse al día. Desde su lanzamiento a finales de 2009, Microsoft ha vendido 500 millones de licencias del programa.
Lo primero que destaca de Windows 8 es su rapidez. Solo tarda 10 segundos en cargar. Muy poco para un ordenador, pero todavía le falta para ser tan ligero como iOS, el equivalente de Apple. En una tableta, se quiera o no, Android y iOS han quemado las esperas. Encender y empezar es la norma en este soporte.
La sorpresa llega con la verificación de usuario. Windows 8 no pide una clave, pide un dibujo sobre una imagen. Mejor dicho, tres trazos. Al igual que los móviles Android, que se desbloquean al seguir un patrón estipulado por el usuario sobre una cuadrícula, en el nuevo Windows se hacen tres trazos. Pueden ser círculos, líneas o toques sobre una imagen escogida que sirva de referencia. A priori es sencillo y puede que hasta seguro, pero quizá no sea lo más adecuado para recordar o, peor aún, para personas mayores con dificultades motrices.
Dos opciones
Una vez que se llega al escritorio empieza el debate. Es el momento anfibio. La pelea entre quedarse en tierra firme y conocida, con la interfaz de siempre, con sus ventanas y menús, u optar por la profundidad del mar Metro, el nuevo sistema de cuadros para cargar aplicaciones. Sí, sí, son aplicaciones, de nuevo, como en teléfonos y tabletas. Se reniega de los programas y se empieza a hablar abiertamente de aplicaciones. De hecho, uno de los servicios mostrados con mayor interés por Janelle Poole, directora de comunicación de negocio de Windows, era la Windows Store. Microsoft se ha encargado de que tres millones de desarrolladores se instalen una versión preliminar del nuevo Windows para que lo conozcan y se animen a crear programas. Sigue así la estela de la AppStore de Apple y el Android Market de Google.
Cuando el ordenador está en reposo la pantalla parece la de una tableta: una foto de fondo y en el lateral inferior izquierdo aparecen las notificaciones de correo, calendario y el estado de la batería. Tras desbloquear la pantalla se tiene la sensación de estar ante un Windows Phone 7 apaisado y con esteroides. Más grande y en lugar de desplegarse hacia abajo la ristra de programas, perdón, aplicaciones lo hace hacia la derecha.
Encantos
La gran novedad para controlar el sistema operativo se llama "Charms", sin nombre oficial en español, literamente significa "encantos". Al deslizar el dedo o el ratón (según si es táctil o no la pantalla), en el borde de la derecha, arrastrando hacia la izquierda aparecen las opciones:
Búsqueda, Compartir, Inicio, Devices (aparatos) y Configuración. Estas cinco palabras, que quizá no se traduzcan finalmente así, son la clave para manejarse.
La búsqueda pasa a ser transversal: se busca tanto un programa como un archivo, como en Internet -por defecto con su servicio, Bing-. Compartir sirve para enviar por correo, para Facebook o Twitter ocualquier cosa que se tenga abierta: una página web, un documento de Word, una foto... Se pierde la sensación de pasar de programa a programa para hacer las acciones más fluidas. Inicio es el botón de siempre, pero lleva al escritorio con Metro, con los cuadritos dinámicos.
Devices muestra qué se tiene conectado al ordenador o tableta: un dispositivo Bluetooth, una cámara externa, un móvil... Es el centro de gestión de los demás periféricos. Por último, la Configuración es una versión mucho más sencilla del gestor actual de batería, memoria, archivos, redes y todos los pormenores de un PC.
El clásico Paint, ese programa que, entre otras funciones, convertía cualquie garabato en un archivo BMP de varios megas, pasa a ser PaintPlay, un auténtico regalo, sobre todo si pueden pintar con los dedos. Registra hasta 10 puntos al mismo tiempo, tantos comos dedos en la mano.
Atajos de teclado
A pesar de los cambios, Microsoft mantiene una de las señas de identidad: los atajos de teclado. El botón Windows sigue llevando al menú de siempre, al escritorio clásico. No lo han matado y resulta lógico cuando prácticamente todos los teclados que se fabrican lo incluyen, incluso los que funcionan con Mac y no son hechos por ellos. La combinación de teclas Windows y C muestra qué programas están abiertos.
En lugar de navegar entre aplicaciones se propone una gestión cronológica. El mismo gesto que se hizo para abrir los 'charms' en el lateral izquierdo de la pantalla da como resultado la vuelta a las últimas aplicaciones que se abren en el punto en que se dejaron. Perfecto para, por ejemplo, leer cómo se hace una receta, consultar el vídeo en YouTube y mandar ambos enlaces por correo sin pasar de un programa otro.
Steve Ballmer cerró su última charla en CES con dos palabra que repitió tres veces, exaltado: "Metro, metro, metro. Windows, windows, windows". Dentro de un año sabremos si el octavo Windows mantiene el nivel o entra en el capítulo de los lanzamientos fallidos, junto con el efímero Windows Me.